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Novedad recien 753921

Nunca pude usar sombreros, a pesar de que hay algunos rojos que me encantan. Hace un par de años, un invierno, me compré una capelina negra de paño. La pagué y salí de la tienda con la bolsa. Recién la saqué en mi casa, después de haber confirmado tres veces que había cerrado la puerta con llave.

Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo.

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