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Una mujer 347486

A los cinco yo sabía todo acerca de la guerra y acerca de paseos por los llanos bajo el abrazo ocre del sol. Yo sabía que era una guerrera solamente las guerreras entienden que el Masacre fluye para un lado y luego para el otro. Mi voz se aferraba de las montañas con fuerza. Así que seguí escribiendo sobre la suavidad rizada soplando ondulaciones mi poema, una burbuja voluminosa de espuma creciente. La mano enérgica de la dictadura te va a doblar sin misericordia vas a beber rojo una y otra vez. Las caravanas de mujeres caminan sobre el agua todas llevan pañuelos rojos que flotan como banderas al viento banderas rojas ondeando tristezas. Mis ojos se sumergen en busca de esqueletos soy una guerrera. No lo olvides.

La palabra 1. Digo exteriormente, porque por dentro mi cabeza iba llena de libros, de sueños y de poemas que me zumbaban como abejas. Campesinos de ponchos mojados y canastos con gallinas, taciturnos mapuches, toda una biografía se desarrollaba en el vagón de tercera. Eran numerosos los que viajaban sin pagar, bajo los asientos. Al aparecer el inspector se producía una metamorfosis. Muchos desaparecían y algunos se ocultaban debajo de un poncho sobre el cual de inmediato dos pasajeros fingían jugar a las cartas, sin que al inspector le llamara la atención esta mesa improvisada. Muchas veces hice aquel viaje de ida y vuelta entre la capital y la provincia, pero siempre me sentí abrumar cuando salía de los grandes bosques, de la madera maternal. Las casas de adobe, las ciudades con pasado, me parecían llenas de telarañas y silencio. Hasta ahora sigo siendo un poeta de la intemperie, de la selva fría que perdí desde entonces.

La badana. O chicas que surja. Desde el experimento. Contactos de buenos.

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