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Había estado usando pornografía desde la secundaria, pero pensaba que después de casarme ya no la necesitaría. Después de todo, mi novia Beth era hermosa, inteligente, atlética, preocupada por su fe, y era mi mejor amiga. Lamentablemente, los primeros años de nuestro matrimonio estuvieron llenos de angustia, soledad y confianza rota debido a que yo usaba pornografía. Por la gracia de Dios encontramos uno de los mejores centros de consejería en los Estados Unidos para las personas que luchan con el uso de pornografía. Recibimos varios años de consejería matrimonial, asistimos a muchos grupos de apoyo y reconstruimos la confianza y la intimidad en nuestro matrimonio. Por primera vez en mi vida, encontré esperanza, curación y sobriedad, y nuestro matrimonio comenzó a sanar. Ahora soy un consejero matrimonial que se especializa en tratar la adicción a la pornografía.

Normas y pautas de la Iglesia El oficial que preside es responsable de asegurarse de que todos los que asistan sean respetuosos con el entorno sagrado. Las personas que asisten deben evitar interrupciones o distracciones contrarias a la adoración o a otros propósitos de la reunión. Deben respetarse todos los requisitos de edad y comportamiento de las diferentes reuniones de la Iglesia. También se excluye el hacer comentarios políticos o el conversar de la orientación sexual u otras características personales de una manera semejante que le reste valor a las reuniones que se centran en el Salvador. Si hubiera un comportamiento extemporáneo, el obispo o el presidente de estaca brinda orientación en privado con un espíritu de amor.

Solemos hablar de nuestras experiencias sexuales, así que cuando les conté lo que me pasaba, esperaba que se sintieran igual que yo y que entendieran lo que quería decir. Pero nadie de ellos lo entendió. Me reí con ellos, pero por dentro me preguntaba si lo que me pasaba era malo. Esa fue la primera vez que me di cuenta de que me sentía atraída sexualmente por mí misma de una manera que a la mayoría de la familia no le pasa. Ahora ya estoy acostumbrada a sentirme de esta forma. Y hasta hace poco no supe que este confuso sentimiento de ambición propio que siento tiene un nombradía. Y ya puedo decir que me siento orgullosa de llamarme autosexual. Se cree que lo acuñó por primera vez el terapeuta sexual Bernard Apfelbaum en un artículo publicado en

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